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Era una tarde calurosa o tal vez una noche, nadie lo sabe con certeza. Encontrabame en el barrio abajo, justo en la calle de las flores de San Basilio de Palenque, cuando Kombilesa mi (mis amigos) tocaron los alegres y nuestros cuerpos se empezaron a mover. El ñeque ardía en nuestras gargantas mientras exhalábamos un sudor caliente y colectivo.

Al otro lado de la plaza de Benkos Biohó, las Estrellas del caribe resonaban fuerte una guacharaca y por allá atrás los timbalitos, alegre el tambor y bailaba yo con unas niñas al puente está quebrado, los sonidos de los inicios de la terapia criolla.

Aquí como allán decía Ngongorokó pu vó, amor para vos. ​

Esta es una historia de amor, de encontrar el ritmo de mi propio cuerpo, el devenir que no tenemos y que no somos, sino que sucede en nosotros. Porque la forma en que nos aproximamos al conocimiento y el conocimiento mismo tienen una traducción en términos de empoderamiento.

Así el cuerpo es pura actividad productora de sentido que comunica continuamente con el mundo. Y el primer paso para el empoderamiento es la auto-identificación.

Las practicas corporales y estéticas son modos de asumir desde el cuerpo, la cotidianidad. Y me surge la pregunta ¿de qué manera las practicas corporales y estéticas conducen a un auto-reconocimiento y aceptación? ¿pueden ser estas prácticas corporales y estéticas, rutas hacia la libertad del pensamiento? Es lo que vamos a averiguar en la ruta hacia el sur. 

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Las Rutas Bicioníricas de Ngongorokó 

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