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Ruta Hojas anchas- Circasia

  • Foto del escritor: gea2592
    gea2592
  • 5 feb 2019
  • 2 Min. de lectura


Ese día nos encontramos temprano para salir a rodar hacia Circasia, salimos de la plaza de bolívar de Armenia por el barrio Granada. Cruzamos por un puente en construcción y seguimos por el guadal verde, donde paré a orinar en una estructura de silla sin colchones, puesta como el trono perfecto para agachar mis piernas.


Unas cuantas lomas adelante, vimos a unos 30 metros el colegio de la vereda Hojas anchas. Justo a esa altura sobre la carretera se abre una Y, indicando hacia la izquierda, la Pola y el Naranjal; hacia la derecha la Cristalina, nosotras fuimos por la última.


El atractivo del paisaje cultural cafetero es innegable: los colores vivos de las fachadas, la florescencia de sus jardines, el olor de los cafetales y el canto de los loros hacían del recorrido una autentica visita al “paraíso” del eje cafetero. Un cliché que considero en otros aspectos, completamente desvinculado de la realidad económica, política y social de los habitantes de esta región.


Las inclinaciones eran igualmente acentuadas, constantemente subías y bajabas de las protuberancias y depresiones de las montañas, la ruta tiene su grado de dificultad en la medida más de la resistencia.

Mi compañera de ruta: una oriunda cuyabra de cuerpo delgado y fuerte, me hablaba mientras subíamos la cuesta, de ganarle a la depresión dando biela, de salir a permitirse los espacios de sol-edad y creatividad de una mujer salvaje. Y coincidíamos en la importancia de escribir los pensamientos, las palabras al viento y las tintas al papel.

Estas rutas bici-oníricas me llevaron ese día a leer el himno de los muertos que recibe a los visitantes del Cementerio Libre de Circasia:


“La muerte … es una transformación en que el sentimiento puede quizá prolongarse por espacios de dulces claridades o de benignas sombras”.




Como decía Juan Matus, la muerte siempre está esperando, por eso, aventurarse a lo desconocido sin ningún poder es estúpido.


Lo que me hace pensar y sentir la muerte cercana e impredecible, que actúa como fuerza motora de la acción y creación de nuevos paisajes, de mudar ideas y navegar hacia lo desconocido no sólo del mundo sino de mi misma.




 
 
 

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